lunes, 24 de agosto de 2015

Succubus

El ambiente del bar estaba bastante tranquilo aunque era de esperar dado que es día laborable. Pero aunque estuviese abarrotado se hubiera fijado en ella al instante. Así se lo aseguró con torpeza mientras tomaban una copa cuya invitación ella accedió encantada. A medida que el alcohol deshibinía el temor inicial al rechazo, la conversación se tornaba cada vez más personal. Un par de copas después, él se armó de valor para proponerle una noche de pasión. Ella mostró algo de zozobra pero antes que él se disculpara por su atrevimiento, aceptó la proposición. Tomaron un taxi y fueron al hotel más cercano.
- Espero que no me tomes por una cualquiera por haber aceptado - dijo mientras le besaba en la mejilla con ternura - Pero desde que te acercaste a mí, noté que habíamos conectado.
- Tranquila, no pienso eso - contestó mientras le acariciaba el muslo con el pulgar -Aún me estoy preguntando cómo alguien como tú, se ha fijado en alguien como yo.
Continuaron hablando entre susurros. Ella con la actitud de una niña inocente consciente de su travesura y él, cada vez más crecido y envalentonado. Cuando llegaron a la recepción del hotel ya estaban establecidos los roles de confianza en sí mismo e impaciencia por probar lo desconocido.

Mientras él buscaba una música apropiada en el hilo musical, ella sirvió unas copas con la excusa que necesitaba relajarse pues estaba algo tensa y nerviosa. Brindaron en silencio mientras se miraron fijamente a los ojos. Apuraron la copa de un solo trago y él la besó con ímpetu dejando liberar de golpe todos los instintos que se habían acumulado. Se quitaron la ropa con impaciencia y exploraron los cuerpos sin recato. Él se sintió algo mareado, como si las fuerzas le fuesen mermando poco a poco. Se desplomaron en la cama y continuaron con su frenesí. Ella mostró una cuerda y le miró con complicidad.
- Siempre quise hacer esto - murmuró con un ápice de vergüenza.
- ¿Eres una chica mala? Mmm, me gusta.
Se dejó maniatar y amordazar mientras la besaba con ansiedad. Ella se puso sobre él acoplando los cuerpos mientras contorneaba la cadera sincronizando el ritmo con los jadeos y palabras ininteligibles.
Ella supo que él estaba a punto de llegar al cenit porque se aferró a sus nalgas mientras guiaba sus movimientos. Ella se reclinó y dejó que le besara los senos mientras su mano buscaba algo bajo la almohada. Estaba a punto, esperaba el momento. Clavaron las miradas y continuó su baile.
Ahí está el momento, esa forma de mirar, esos ojos casi entornados, esa sonrisa de depredador... ¡Ahora!
Sacó el cuchillo que asía bajo la almohada y se lo clavó en el pecho. Ella continuó con su contoneo sin apartar la vista de los ojos de ese desgraciado que se tornaron en auténtico terror. Le apuñaló una vez, la sangre salpicó su cuerpo tras otra mientras su interior estalló de placer. Con movimientos más sosegados, buscó un segundo orgasmo pese a estar sobre un cuerpo inerte, lo encontró gracias a desfigurar la cara de su víctima a base de largos y profundos cortes. Inspiró profundamente para exhalar el aire con lentitud. Le dio un casto beso en los labios y se separó de él.

En la ducha, frotó todo su cuerpo con fruición. La visión de la sangre diluyéndose en el agua y desapareciendo por el desagüe, le provocó un placer similar al que sintió hace unos minutos cuando se acostó con aquel tipo. Aunque este placer se vio disminuido a causa de la pastilla de jabón que no realizaba su función correctamente. 
- Típico de estos hoteles baratos - murmuró entre dientes - ¡Será tacaño el imbécil este! Al menos en esta ocasión las sábanas están limpias. Bueno... lo estaban.

Intentó hacer memoria para recordar su nombre preguntándose a sí misma porqué nunca era capaz de recordar ese detalle. Frunció el ceño a observar que él mantenía una mirada opaca en ella, el largo y profundo corte en la garganta, se le antojó como una sonrisa desafiante.
- ¡No me mires! - gritó mientras se afanó en terminar de lavarse las manos. Intentó centrarse en esa actividad, pero no pudo evitar miradas furtivas hacia ese pelele inerte que yacía en el suelo.
Parecía que la seguía retando haciendo alarde de confianza y seguridad en sí mismo. Esa seguridad que desapareció cuando ella sacó el cuchillo que previamente escondió bajo la almohada en el momento que él servía unas copas. Esa confianza que mermó cuando ingirió esa copa con unas gotas de ketamina que ella le echó mientras él buscaba música. "Patético", pensó para sí.
No había modo de recordar su nombre. Tampoco importa, es un desgraciado menos, un cazador cazado otro rompecorazones más borrado del mapa. Pero no ha desaparecido del todo, esos ojos inertes seguían retándola, seguían reflejando convencimiento sobre quién tiene el control.
- ¡Que no me mires más! - gritó mientras le amenazó con el cuchillo haciendo un pequeño corte en su mejilla.
Ella sintió que su temple cedía levemente. El terror ante la visión de una muerte inminente ya no surge efecto. La hoja del cuchillo se refleja en esos ojos inexpresivos, ella también puede verse en ellos. Pero sin gritos, ni lucha o una mísera lágrima; el efecto de poder y control no es el mismo. Siquiera sintió gozo cuando le arrancó los ojos y los introdujo en la boca. Si no provoca terror, no crece en ella la inhibición del placer. 

Se vistió cuidando su aspecto al detalle, aquí ya no se divierte. No hay nada más que ese miserable le pueda ofrecer, otro más que la deja a medias. Todos le prometen una gran noche y en cuanto les apuñala para poder alcanzar el cenit, se derrumban, lloran o incluso defecan. Anulando completamente el libido del momento.
Abandonó aquel hotel de segunda del mismo modo que entró. Furtivamente, sin ser vista, como una esposa infiel que no desea dejar testigos de su visita. Un truco muy recurrente y efectivo para incrementar el morbo ante lo prohibido de esos malditos imbéciles. La oportunidad de dar aquello que otros no pueden ofrecer, es como la miel para atrapar moscas.

La velada de esta noche le resultó demasiado fácil y rápida. Pensó que una última copa le animaría algo. Se entretuvo hundiendo el cubito de hielo con su dedo mientras intentaba recordar el nombre de aquél fulano. En el fondo, le hacía mucha gracia que le pasase siempre lo mismo.
- ¿Perdona, te puedo invitar a esa copa? - Una voz masculina habló tras ella.
Le miró fijamente y mientras le estudió con rapidez, aceptó asintiendo con la cabeza y sonrió con timidez y zozobra. 
Hablaron durante una hora sobre asuntos banales e impersonales en los que ella tuvo que simular que reía encantada ante sus insulsas ocurrencias. Este patético cortejo comenzó a aburrirle y usó su lenguaje corporal para dar pie a pedir lo que él deseaba realmente. Miró la hora y sonrió mirando como si se tuviese que marchar muy a pesar suyo. Él apuró la copa de un solo trago, quizás para armarse de valor y con cierto temor, dibujó una línea que iba de la rodilla hasta el muslo de ella.
- ¿Sería demasiado atrevido invitarte a tomar una última copa en mi casa?
Ella estudió su mirada, aunque había un ápice de temor a ser rechazado. Parecía completamente seguro sobre el éxito de su cortejo. En cuanto ella acepta, la seguridad en sí mismo incrementa y transpira orgullo egocéntrico. La besa con sensualidad acariciando sus nalgas, comprobando así, que las intenciones han sido correctamente interpretadas. Ella le corresponde del mismo modo mientras que, disimuladamente, comprueba el interior de su bolso. El tacto del mango de su cuchillo le excita y se muestra más fogosa al finalizar el beso.

Durante el trayecto en el coche, intercambiaron caricias y miradas impacientes. Aunque ella mantenía su rol de tímida y preocupada, eso incrementaba más la seguridad y poder de control de esos infelices. Así goza más cuando ella sesga literalmente ese dominio que creen poseer. Él le pellizcó la barbilla y aprovechó un semáforo para besarle de nuevo.
- Te confieso que es la primera vez que hago esto, pero siento que hemos conectado. Créeme cuando te digo que estoy tan nervioso como tú. Nunca había conocido a nadie como tú, eres una mujer maravillosa y no me puedo creer que alguien como tú pudiese fijarse en alguien como yo.
Ella sonrió transmitiendo ternura, aunque por dentro luchaba por no romper a reír a carcajadas. Siempre las mismas frases hechas y los mismos halagos. Parece que todos tienen un manual de instrucciones para cortejar.
- No te preocupes, no te pongas nervioso - contestó ella mientras mordisqueó con suavidad la yema de sus dedos - Estoy segura que será una velada inolvidable para los dos...