viernes, 31 de mayo de 2013

Debo decir adiós

¡Qué difícil es despedirse de alguien cuando no te puede oír!. Y ahora, que ya nunca te volveré a ver, los recuerdos bombardean mi cabeza sin cesar. Son tantos y tan variados... como cuando nos conocimos en el jardín de infancia ¿recuerdas?, tú me franqueaste el paso, yo me enfadé muchísimo y te mordí el brazo. Nos peleamos con la seriedad que dos críos se pueden pelear y nos castigaron mirando a la pared. Al principio nos culpábamos mutuamente, después, comenzamos a hablar y bromear. Así fue el nacimiento de nuestra amistad y fue así como nos convertimos en los mejores amigos que jamás tuvimos.

Me enseñaste a montar en bici porque yo no tenía y a cambio, te enseñé a trepar los árboles. Pinté en tu primera escayola y las posteriores, que fueron muchas. Aunque reconozco que también fui la causante de alguna que otra a causa de mis ocurrencias de "Tarzán". Éramos unos "salvajes" como solían llamarnos los adultos. Siempre ideábamos alguna trastada que terminaba en arañazos, heridas, moratones y posteriores cicatrices que ahora observo con añoranza y siempre me provocan una leve sonrisa.

Crecimos juntos, nos aguantamos mutuamente durante esa edad tan difícil de la adolescencia. Mi rebeldía y tu pasotismo, convivieron en simbiosis y uno calmaba el exceso del otro.
Conocimos por separado el primer amor junto a la primera desilusión. Aunque a veces, encontramos incomprensión por nuestra amistad y se alejaron de nosotros, por querernos separar y negarnos a ello. ¿Recuerdas?; "Un chico y una chica, no pueden ser solo amigos, tarde o temprano habrá algo más".
¡Cómo nos divertíamos provocando habladurías! Creando situaciones de doble sentido y sentarnos a esperar que llegasen los cotilleos. Y mantuvimos ese juego que ya ni recuerdo quién empezó, sobre cortejarnos el uno al otro y nunca llegar a dar el paso definitivo.
Porque yo sabía, al igual que tú, que nuestra amistad era fraternal, Aún suelto alguna carcajada que otra cuando te recuerdo preguntándome si te quería, yo te respondía que muchísimo, como una hermana a su hermano. Entonces, extendías los brazos y con esa mirada tan característica tuya, que tanto te funcionaba con las chicas, exclamabas; "Venga Princesa, ¡viva el incesto!" Entonces te abrazaba y rozando tu nariz con la mía, sonreía con malicia y te respondía con tono aleccionador: "Nunca funcionaría y lo sabes". Entonces, me dabas un toquecito en la nariz y me respondías, tras un beso en la frente, "Eres mala, pero eres mi Princesa"

Ambos nos apoyamos y consolamos mutuamente en nuestras penas y errores. Ejercíamos por turnos, el rol de "Pepito Grillo", intentando aconsejar con todo lo que nuestra joven experiencia podía, aunque al final hacíamos lo que nos venía en gana.
Siempre podíamos contar el uno con el otro para hacer aquello que que recuerdo con más cariño: Escuchar, nunca reprochar y animar si es necesario.

Estuviste conmigo en el momento más duro y difícil de mi vida, mi etapa más sombría y oscura. No te separaste de mí. Aunque sabía que te preocupabas mucho y temías por mí, yo quería estar sola y te apartaba de mi lado, pero nunca lo hiciste.
Lloré, lloré muchísimo entonces y tú lloraste conmigo. Tanto, que me sorprende que aún me queden lágrimas.
Ahora, después de tanto tiempo, entiendo tu sufrimiento y preocupación. ¡Cómo desearía decirte que sin ti, no lo hubiese superado y por eso, te estoy agradecida!. Pero ya no puedo, ni podré jamás...

Fuimos más que amigos, juntos éramos un todo, tú cuidabas de mí y yo de ti. Recuerdo  que, por tu forma de ser, tan liberal, tan sincero, directo y a la vez hermético con el resto, hizo que todos se quisieran apartar y no querían contar contigo llegando incluso a hacerte vacío.
Incluso me condicionaban para que no me excluyesen a mí también. Nunca lo permití y me enfrenté a ellos. No tuvieron más remedio que aceptarte porque sabían que a donde yo fuese, tú también irías. Eso sé que me lo agradeciste aunque nunca me lo dijiste, al menos con palabras.

¿Por qué eras así?, ¿por qué te empeñabas a dejar que los demás tuviesen una imagen de ti tan superficial, tan arrogante y exasperante?. Me lo dijiste una y mil veces y hasta ahora no lo entendí. Todo eso te daba igual, no te importaba la idea que tenían de ti, tú sabías que estaban equivocados y dejaste que creyesen lo que quisieran. Porque... "No es asunto mío, el problema lo tienen ellos". Cierro los ojos  y puedo oír tu voz pronunciando esta frase.
Yo sé cómo eres realmente, como fuiste. Conozco tu interior a la perfección, esa imagen falsa que tenían de ti era solo un espejismo, tenías algo más puro. Eras más auténtico de lo que jamás podrían imaginar. Pero ese interior, solo lo compartiste conmigo porque yo tenía la llave para acceder hasta ahí y sé que esa llave la tenía, porque tú quisiste dármela. Sé que eso era lo único que te importaba.

Tú me aceptabas tal y como era y me animabas a continuar con los sueños que construí verso a verso, palabra por palabra, pero que mantuve en secreto en un cajón cerrado porque nadie lo comprendía, solo tú. Cada vez que alguien me decía que renunciase a mi sueño por ser "ilusiones infantiles", ahí estabas tú, para darme la mano y ayudarme a dar un paso más.
Aunque reconozco a veces te odiaba con toda mi alma, porque entonces no entendía tu modo de ayudar. Como cuando leíste mi primera novela y me dijiste "Menudo ladrillo que has escrito, no entiendo cómo has podido hacer esto y sentirte orgullosa. ¿Sabes? tú lo puedes hacer mejor, si no arreglas esta "mierda infumable" nunca serás escritora".
Pero, aunque han pasado más de veinte años de eso, ahora estoy de nuevo en ello y lo conseguiré, Tarde lo que tarde y cueste lo que cueste, eso te lo juro por nuestra amistad.

Te gustaba como era yo, una cabra loca llena de proyectos e ilusiones, empeñada en cambiar el mundo usando como armas los abrazos y besos. Cantando a pleno pulmón si me apetecía, siempre sonriendo aunque por dentro estuviese rota. Pero mis heridas solo las conocías tú y se cicatrizaron a base de llorar desconsoladamente, siempre entre tus brazos.

¿Y tú? eras un "chulovaina" (¡cómo te reías cuando te llamaba así!) renegabas del amor, decías que eso era cadenas y prisión que acabarían por destrozarte. Siempre te mantuviste ajeno a los sentimientos odiabas las "pasteladas" como lo solías llamar.
Pero a pesar de todo, de vez en cuando encontraste problemas por eso. Cuando llamaban para reclamar explicaciones o te insultaban por tu manera de actuar, yo te defendía. Porque eso sí, siempre dejaste bien claro a todas las chicas que conociste y con las que estuviste, cuáles eran tus verdaderas intenciones. Con tu frase mítica de "Yo cuando voy de buffet libre, no repito plato", que fue lo más comentado por los compañeros de clase y el barrio. ¿Y qué? el mensaje era más que claro y fuiste sincero con todas. ¿De qué se quejaban después?, siempre la misma cantinela de creer que eran las "elegidas" que al fin te harían encender la chispa del amor, (supongo que notas mi sarcasmo en esta última frase, jejeje) en fin, también nos reímos mucho con esas situaciones...


Cuando crecimos, la vida nos separó. Ambos tomamos direcciones opuestas y el paso del tiempo, borró nuestras huellas. Los recuerdos de la infancia y juventud, fueron suplidos por los problemas y preocupaciones de nuestra vida adulta. Y me duele reconocer que apenas tuve tiempo para recordarte.

Hasta que el destino, que es tan caprichoso, hizo que nos volviésemos a reencontrar. Me sentí tan feliz por recuperar a mi querido amigo, fue como si una parte que tenía olvidada, una parte de mi vida, resurgiera de nuevo de un  profundo letargo.
Y aunque, lo siento pero esto sí es un reproche, yo me mantuve fiel a tal y como soy, tú habías cambiado. Bueno, cambiaste tu actitud hacia mí. No sé qué te ocurrió o por qué lo hiciste. Pero no fuiste el de antaño, no me trataste nada bien, fuiste cruel e hiriente y muy vengativo porque rechacé algo que sabías que no tenías derecho a pedir. Era nuestro juego, siempre fue un juego inocente, pero tú quisiste ir más allá. Querías solventar aquello que consideraste un "asunto pendiente".

Y aunque al principio acepté, porque te lo digo sinceramente, también sentí curiosidad. No debí aceptar tu proposición tan rápidamente porque estaba llena de dudas. Y cuando rectifiqué, ya no tenía a mi gran y querido amigo delante, en ese momento fuiste un gran desconocido.
Comenzaste a echar en cara todo cuanto hiciste por mí, ¿qué querías, que te pagase así por todo lo que hiciste por mí?  No sé por qué lo hiciste, porque ese no eras tú, tú no eres así.
Me enfadaste, me pusiste furiosa y me decepcionaste. No quise saber más de ti, quise borrarte de mi vida y mi memoria para siempre. Y casi lo consigo, pero no lo permitiste.

Te mostraste arrepentido, quisiste enmendar el error. Pero me conoces, sabes lo terca que soy cuando me dejan el orgullo herido y lo difícil, por no decir imposible, que resulta hacer que ceda o cambie de opinión.
Aún así, muy lentamente comenzaste a destruir poco a poco y ladrillo a ladrillo, el muro que construí para mantenerte lejos y desterrado de mi vida. Y aunque aún recelosa, te vigilaba sin terminar de confiar en tus verdaderas intenciones y dejé que te acercases poco a poco como una amistad recién adquirida. Hasta que muy levemente, comencé a creer que podría recuperar a mi mejor amigo e incluso, comencé a barajar la posibilidad de hacer borrón y cuenta nueva. Porque, tras quitar el velo tupido de resentimiento que puse sobre ti, podía ver durante escasos instantes, a tu verdadero yo, al que quiero como nadie entiende de qué modo lo quiero.

¿Y ahora?, no entiendo el por qué la vida nos hace esto. ¿Por qué quiso volver a unirnos para separarnos de nuevo y de esta forma tan cruel y dolorosa? ¡No es justo!.
Esta forma de la que te has ido... ¡Te lo dije, lo sabía!, siempre tuve ese temor. Tú te reías de mí cuando te confesaba mi miedo y preocupación. Siempre odié tu pasión por las motos, son peligrosas te dije ¿Cuántas veces te lo dije? infinitas.
Y eso es lo que acabó contigo, como yo predije y tú ignoraste.
¿Por qué ahora? Cuando empecé a creer que podríamos ser los grandes amigos que fuimos, que podría olvidar esa estupidez y que todo pudiese ser como antes. Porque aunque no quise admitirlo abiertamente, eres parte de mi vida y eres responsable de lo que fui y soy.

Pero recibí aquella llamada telefónica en plena noche... ¡No podía ser, no podía ser real!, Mi mente se bloqueó, me resistí a creerlo. Cerré los ojos con fuerza deseando poder despertar de aquella pesadilla. Pero fue imposible, porque es la realidad, la realidad en su estado más cruel y ruin. Tu hermano me lo repitió varias veces, acongojado a causa de mi reacción.
Pero es cierto, te has marchado para siempre y no vas a volver.

Lloré, lloré hasta quedarme sin lágrimas. Todos los recuerdos, todos los momentos juntos... los reviví en sueños y los recreaba en mi mente cuando estaba despierta. Y así durante días, incluso llegué a pensar que podría ser alguna de tus odiosas bromas pesadas, deseé que fuese eso.
Porque aún queda un asunto pendiente entre nosotros, siento un terrible remordimiento por no decirte a tiempo que ya te había perdonado, que estaba dispuesta a darte una segunda oportunidad para volver a ser lo que fuimos, los mejores amigos y que te quería, te quiero muchísimo, aunque no como muchos entendería. Porque esta forma de querer, solo ocurre una vez en la vida y no en todas las vidas ocurre.
Quise decirte que mi recelo y hermetismo, no era otra cosa que una prueba que te impuse para que demostrases hasta qué punto estabas interesado en recuperar la amistad. Quiero creer, necesito creer que, aunque no pude decirlo, tú ya lo sabías. Siempre tuviste esa habilidad conmigo ¿recuerdas?, sabías todo cuanto pensaba con solo mirarme a los ojos. Pero ya no puedo verte, es demasiado tarde.

Fuiste una parte de mi vida, conociste todos mis secretos, miedos e ilusiones. Sabías lo que sentía o pensaba incluso estando separados. Fuiste mi apoyo y también tengo que decirlo, durante un tiempo y no hace mucho de eso, fuiste mi tormento. ¿Pero, qué hermanos no se pelean? Porque eso eras para mí, no solo un amigo, eras como un hermano, mi otra mitad.

Pero, te has ido y no volverás, debo asumirlo, debo aprender a hablar de ti en pasado, aunque me duele profundamente y las lágrimas luchan por salir. Te has ido, lo debo recordar constantemente porque no puedo ni quiero creerlo. 

Y te doy las gracias, me dejaste tu legado. Aprenderé a vivir como tú lo hacías. A ser yo misma, sin máscaras, sin dejarme llevar por las normas del aparentar. A sentirme orgullosa de como soy sin importarme lo que los demás digan o piensen. Voy a levantarme cada mañana dispuesta a disfrutar el momento, hasta el último segundo.
Me has enseñado que, todos tenemos fecha. Puede ser dentro de muchísimos años u hoy mismo. No pienso volver a desperdiciar mi tiempo en banalidades. Voy a vivir y disfrutar de cada día, porque ahora sé que cada minuto es un regalo. Voy a coger tu ejemplo y ser yo misma, como solías decir: "Si actúo como los demás esperan que debo actuar, entonces, nunca tendré tiempo para vivir la vida que quiero"
Sé que estás cerca, te siento muy dentro. Si cierro los ojos, puedo escuchar tu voz llamándome, te escucho decir "Princesa..."
Nunca te olvidaré, jamás lo permitiré porque sería como olvidar una parte de lo que fui. Pero... tengo que avanzar.


Y ahora, mi querido amigo, mi hermano... He de coger una nueva llave y girarla, debo cerrar la puerta para poder continuar. Con tristeza y dolor, debo hacerlo... Debo decirte adiós.

martes, 28 de mayo de 2013

Osito Moli. (Infantil)

Moli es un osito de peluche. Vive con Estrella y siempre han estado juntos, fue amor a primera vista. Estrella era un bebé cuando lo vio en una estantería del centro comercial y lo agarró. Cuando su mamá quiso ponerlo en su sitio de nuevo, Estrella lloró tanto que mamá no tuvo más remedio que llevarse a Moli a casa.
Muchos pensamos que los ositos de peluche no piensan o no tienen sentimientos, pero no es así, sí que los tienen y Moli además tenía un sueño. Aunque lo habían fabricado para ser un osito futbolista, con su camiseta y sus zapatillas deportivas y todo, Moli deseaba ser un osito astronauta. Y se sorprendió mucho cuando supo que su dueña se llama Estrella y que además, su papá es astronauta. ¡Menuda casualidad!

Moli se sentía muy triste, aunque nadie lo notaba. ¿Cómo podemos imaginar que un osito de peluche puede tener sentimientos? Pues lo tienen y Estrella lo sabía, ella conocía muy bien a su osito y adivinaba sus pensamientos.
¿Y por qué estaba triste? Pues porque el papá de Estrella, ha sido seleccionado para ir al espacio. Ella se sentía muy orgullosa de su papá porque irá a su Estrella favorita, esa tan grande y brillante que no parpadea. Papá dice que se llama Estación Espacial, pero para ella era un nombre muy feo para algo tan bonito. Pero Moli se entristeció mucho, cuando esa noche, Estrella estuvo llorando hasta quedarse dormida. Papá se irá por mucho, mucho tiempo.

Siempre que Estrella se iba a dormir, su papá iba a arroparla y le contaba cuentos sobre otros planetas y galaxias, a papá le encantaba inventarse cuentos y a ella escucharlos. Moli también estaba encantado con esas historia y escuchaba atento. Pero las historias ya no les parecían tan bonitas y entretenidas, porque les hacían recordar que papá se irá pronto.
Mientras Estrella dormía abrazada a Moli, el osito pensaba y pensaba, Estrella tendrá a mamá para que la arrope y él tendrá a Estrella. Pero, ¿A quién tendrá papá? se quedará muy solo en el espacio.

Mamá, le propuso a Estrella que buscase algo para que papá se llevase al espacio, algo que pudiese tener cuando las echara de menos. Ella, fue corriendo a su habitación, fue una idea genial. Buscó y buscó, pero no conseguía encontrar nada lo suficientemente especial para que papá se llevase al espacio. Porque también quería demostrar con el regalo, lo mucho que lo quiere y lo recuerde cada vez que lo viese.

Moli estaba sentado sobre la cama y desde ahí, pudo ver como Estrella ponía toda su habitación patas arriba en busca del regalo perfecto. Quiso ayudarla pero no podía, aunque su interior estaba relleno de algodón y sentimientos, no podía moverse ni hablar.
Estrella casi se había dado por vencida cuando miró a Moli. El osito, sintió que su corazoncito de algodón se calentó cuando adivinó los pensamientos de la niña. Ella cogió al osito y tras darle un beso y un achuchón, salió corriendo de la habitación en busca de papá.

- Toma papá, ya lo he decidido - dijo la niña mientras le ofrecía el osito - Quiero que Moli vaya contigo, será el primer osito astronauta del mundo.
El papá abrazó a la niña con lágrimas en los ojos. Sabía lo especial que era Moli para Estrella, la niña y el osito nunca se habían separado.

La noche antes de la marcha de Moli y papá. Estrella lloró mucho porque sabía que los iba a echar de menos y no ya no estaría su osito para consolarla con sus cálidos abrazos.
Moli miraba con tristeza a la niña, ¡cómo le hubiese gustado decir todo cuanto quería para consolarla!, pero no podía. Porque, aunque tiene sentimientos, no puede hablar. Pero se consolaba diciéndose a sí mismo, que ella sabía cuánto la quería.

Y llegó la hora de la marcha. Estrella abrazó a su papá durante muchos, muchísimos minutos y después, achuchó a Moli con todas sus fuerzas. Les decía una y otra vez que les echará mucho de menos e intentaba ser fuerte para no llorar, no quería que ellos también se entristeciesen más de lo que ya estaban.
Papá se arrodilló frente a Estrella, le quitó una de las zapatillas rojas del osito y se lo dio a la niña.
- ¿Recuerdas que siempre me decías que Moli en realidad quería ser astronauta como yo? - preguntó papá.
- Sí, pero lo tocó ser futbolista aunque a él no le gustaba- Estrella asintió con la cabeza mientras acariciaba la zapatilla de su osito.
- Pues Moli va a cumplir su sueño ¿verdad?
- ¡Es verdad, ahora Moli será un osito astronauta! - Exclamó Estrella con una amplia sonrisa.

Papá y Moli entraron en la nave espacial y volaron hacia las estrellas. Esa noche, la niña miró hacia el cielo buscando su estrella favorita, la brillante que no parpadea. Allí estaba papá y Moli.
Se sintió muy orgullosa de su osito y ella también quiso ser como él. Mientras Estrella se quedaba dormida pensó en Moli y la lección que le había enseñado...
"No importa que digan cómo debes ser. Lo que importa es cómo quieres ser tú. Si lo que quieres es hacer otra cosa, demuestra que puedes y no pares de luchar. Porque al final, si te esfuerzas y lo deseas, tus sueños se podrán cumplir"

Pudo ser y no fue

XXXVI

Pude ver el cielo abrirse para mí, 
sentir la grandeza, la eternidad,
la calidez de su Astro sobre mi piel,
la inmensidad del infinito placer.

Pude sentir ser ángel y así volar,
extender alas de cera y despegar,
desprenderme de la cruel realidad,
todo cuanto yo anhelaba vislumbré.

Pude alcanzar mi sino y no pudo ser,
la cruenta realidad me despertó,
mis alas de cera al Sol se derritieron,
cayendo de ellos, despojos de mis sueños.

Pude sentir la victoria en mi destino,
pero fue otro sueño del que desperté,
caí desplomada de nuevo en el barro,
mi deseo en mil fragmentos estalló.

Pudo ser mi destino pero no fue,
recojo los pedazos de mi fracaso,
son ahora, escombros y desilusión,
El cielo se cerró, pudo ser y no fue.

lunes, 27 de mayo de 2013

Citas I

"Los pensamientos son efímeros si no los transformamos en palabras. Las palabras, si las soltamos sin más, se las lleva el viento. Pero si se escriben, entonces... Las palabras y los pensamientos, podrán ser eternos" 
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"No importa el número de éxitos que logres en la vida. Celebra todos y cada uno de ellos con el mismo entusiasmo que el primero, nunca sabrás cual será el último"
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"Nuestra mente es libre e infinita, no permitamos que nos dobleguen y manipulen. La resignación y la conformidad, es el arma más contundente para destruir el libre albedrío" 
....................
"Los problemas son como un grano en el culo, si no quieres que te moleste, no te quedes sentado"
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"La forma más rápida para autodestruirse, es dejar que el orgullo guíe nuestros pasos"
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"Minimiza las preocupaciones y engrandece los pequeños detalles que te hacen sonreír, ese es el primer paso para la felicidad"
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"Nunca permitiré que los errores del pasado, interfieran mi presente para que me jodan el futuro"

miércoles, 22 de mayo de 2013

Tierra (A Federico G. Lorca)

XXXV

Tierra, tan solo tierra.

De granate tú quedaste impregnada,
absorbiste su aroma mortal,
no quieres esa vida que aún queda,
callas así la gesta medieval.

Tierra, tan solo tierra.

Inerte como tú, sobre ti, él cae,
le recibes cubriendo su piel,
rozas sus labios con sabor a hiel,
amas ese olor a muerte que te atrae.

Tierra, tan solo tierra.

Desprecias esa afrenta cometida,
pero no te importa la razón,
quien a ti va, no le das opción,
presos en tu morada, no cabe huida.

Tierra, tan solo tierra.

¿No te importa lo que sobre ti ocurre?
¿No te conmueven los lamentos?
¿No sientes el odio en el aire?
No, claro que no, porque tan solo eres...

Tierra, tan solo tierra.

domingo, 12 de mayo de 2013

¿Quién?

XXXIV

Cuando es el poeta quien llora,
Cuando la salina quema su piel,
Cuando la tristeza le domina.
¿Quién sus lágrimas secará?

Cuando muda quede su garganta,
Cuando se seque la tinta de su pluma,
Cuando no le quede más papel,
¿Quién un verso por él escribirá ?

Cuando no encuentre la luna,
Cuando se marche la inspiración,
Cuando su don preciado se pudra,
¿Quién en busca de musas irá?

Cuando el tiempo pase impasible,
Cuando los eones caven su final,
Cuando siquiera su recuerdo quede,
¿Quién un poema le dedicará?

viernes, 10 de mayo de 2013

El bosque maldito. Parte IV (Terror)

La sopa se había quedado fría, me quedé tan absorto al escuchar lo que el anciano me narró, que me olvidé incluso de comer. Tenía que reconocer que había sido una historia bastante buena, ya estaba deseando contárselo a mis amigos. Al pensar en ellos, me invadió el desánimo, la tormenta aún no había remitido. Tendría que permanecer aquí más tiempo contra mi voluntad, pero no tenía alternativa.
El anciano pareció adivinar mis pensamientos, con una sonrisa que se antojó de alivio, se puso en pie y me sirvió un nuevo cuenco de sopa caliente. Agradecí el gesto con un leve movimiento de cabeza.

Mi benefactor se interesó por mí, quiso saber qué es lo que me había traído hasta aquí en una noche como esta. Entre sorbo y sorbo, le expliqué que había quedado con mis amigos para pasar con ellos el fin de semana, que lo haríamos en un refugio que se encontraba más allá del bosque, cerca de un lago. Mi coche se averió y como no disponía de cobertura para avisar y que me socorriesen, decidí atravesar el bosque con la intención de llegar al otro lado antes que anocheciese, pero fue cuando comenzó la tormenta y me desorienté hasta acabar perdido y finalmente le hallé a él.
El anciano se quedó un momento en silencio y pensativo, negó levemente con la cabeza y murmuró algo inteligible, solo pude captar la última frase que hizo que se erizara los vellos de la nuca, "nada ocurre por casualidad, el bosque siempre llama" 

La tormenta amainó y consulté mi reloj, aún faltaban dos horas para el amanecer. Me calcé las botas con mucho sigilo, el anciano dormitaba en una butaca. No quise despertarlo por temor que me impidiese salir de la cabaña. Reconozco que ese anciano, me produce más escalofríos que el temor de volver a perderme de nuevo. Tras ajustarme el chubasquero, salí a hurtadillas de la cabaña. La lluvia aún caía, pero apenas con fuerza, eso me despejó casi al instante, aún estaba algo adormilado a causa de toda la noche en vela.
Me introduje en el bosque, pero esta vez, tuve mucho cuidado de no perder de vista el sendero...

Termino de contarme a mí mismo todos los acontecimientos que me han llevado a este momento, siempre lo hago cuando camino sólo. Resoplo ruidosamente, ya hay claridad en el cielo pero el bosque continúa en penumbra y compruebo con gran pesar, que aún me queda un buen trecho. Escucho un sonido lejano, como un siseo. Miro a mi alrededor angustiado, no me muevo ni un ápice y agudizo todos mis sentidos que están a flor de piel. Nada, no ocurre nada, solo puedo escuchar los violentos latidos de mi corazón.
"Maldito viejo, con sus estúpidas historias, me ha metido el miedo en el cuerpo el muy..."
Continúo mi camino, pero esta vez aprieto el paso, quiero abandonar este sitio cuanto antes mejor. Un lamento ululante resuena a mis espaldas, ahora sí, ahora sí que lo escucho con claridad.
Tiro mi mochila y me dispongo a correr, no puedo...

Cuatro figuras fantasmales emergen ante mí, el miedo domina y paraliza hasta el último músculo de mi cuerpo. Compruebo que cuanto mayor es mi miedo, más opaco es su aspecto, intento controlar mi mente me digo que no son reales. Es imposible, esto no puede estar ocurriendo.
Me rodean y lanzan un aullido que no puedo compararlo con nada conocido. Grito, grito con todas mis fuerzas pero mi voz suena lejana en mi interior. Me están absorbiendo el alma y duele, es el dolor más horrible que nunca he sentido. Soy consciente que estoy muriendo, no quiero morir. Mi cuerpo se vuelve rígido y mis ojos arden. No puedo ver, ya no siento nada, todo es ahora oscuridad.

jueves, 9 de mayo de 2013

El bosque maldito. Parte III (Terror)

"... Un aldeano se adentró en el bosque tras una cabra que vio desaparecer en su interior. La promesa de carne fresca, le hizo ignorar que la noche y la tormenta se cerniría sobre él antes de poder regresar.
Tres días pasaron y aún no había regresado, preocupados, algunos se congregaron para buscarle. No tardaron mucho, le hallaron inerte. Su cuerpo, agarrotado y seco, sus ojos en blanco que parecían querer salir de sus órbitas y la expresión de su faz, indicaron que había muerto de miedo. Sin llegar a ninguna conclusión, le llevaron de vuelta a la aldea para concederle un entierro digno y una oración por su alma.

Uno a uno, todo aquel que por un motivo u otro, se adentraba en el bosque de noche y bajo amenaza de tormenta, iban apareciendo muertos. Todos y cada uno de ellos, tenían marcado en sus facciones el miedo en estado puro.
Pensando que podría tratarse de alguna bestia, organizaron una partida de caza, pocos fueron los voluntarios, solo los más aguerridos se atrevieron. Un muchacho que frustrado por ser excluido a causa de su juventud, siguió a escondidas a la comitiva.
Ese muchacho fue el primero en verles, su instinto de supervivencia le guió al hueco de un árbol podrido y tras ocultarse con unas ramas, observó sin creer lo que se ofrecía ante sus ojos. El pánico y el temor a ser descubierto, mudó su garganta.

Cuatro sombras etéreas emergieron del suelo, sus ropajes raídos bailaban al son macabro del viento. No tenían rostro, tras esa capucha que cubrían sus cabezas, solo había la más absoluta oscuridad. Emitían un lamento ululante cuya procedencia era más allá de lo terrenal. Avanzaron sin caminar, levitando a escaso un palmo del suelo y rodearon a los aldeanos, que presos del pánico, se cerraron en círculo espaldas contra espaldas.
Al principio no hicieron nada, durante un tiempo que pareció infinito, permanecieron inmóviles, sus espectrantes siluetas se volvían más nítidas a medida que el horror de los aldeanos iba creciendo. Parecía que ese mismo miedo era lo que los alimentaba.
"Son los hermanos" dijo uno de los aldeanos casi con desesperación. 

Entonces, los cuatro espectros, lanzaron un aullido que congeló la sangre del obligado espía. Pudo ver cómo una densa niebla blanca y brillante, emanaba de la boca de los aldeanos mientras desgarraban sus gargantas con un grito de dolor y desesperación. Sus almas fueron absorbidas hasta dejar sus cuerpos secos y momificados, con la macabra visión del miedo en estado puro en sus ojos casi fuera de sus órbitas y completamente blancos. 

La tormenta arreció y los espectros comenzaron a desaparecer tenuemente, como si la lluvia los borrase poco a poco. El muchacho permaneció inmóvil en su escondrijo toda la noche. Rezó por su salvación hasta que el alba despuntó y solo cuando el sol estaba en lo más alto, decidió salir y regresar a la aldea. Corrió como si la vida le fuese en ello y así es como lo sentía.

Contó todo cuanto había visto, juró por Dios y su honor, que era cierto. Pero los aldeanos no quisieron creerle. Pero lo que en realidad negaban, era la certeza que ese es el castigo con la que la aldea ha sido condenada a causa del ultraje cometido con los cuatro hermanos años atrás. Por mucho que lo negasen, en el fondo sabían que la historia del muchacho es real como reales son las víctimas del bosque maldito.

Desde entonces, nadie se ha atrevido a adentrarse en el bosque cuando amenaza la tormenta. El origen de la maldición se ha ido trasmitiendo de boca en boca, generación tras generación. Esa leyenda es el legado que dejaron los abuelos de nuestros abuelos. Y nunca debemos permitir que caiga en el olvido. El bosque está maldito y todo aquel que en él se adentre, estará condenado a morir de la forma más horripilante."

(Continuará...)

viernes, 3 de mayo de 2013

El bosque maldito. Parte II (Terror)

"En el interior del bosque vivían cuatro hermanos, comían de lo que cultivaban y criaban. Rara vez aparecían por la aldea. Dos veces al año, coincidiendo con los solsticios, donde cambiaban el exceso de abastecimiento por calzado, ropa y utensilios.
Hubo un invierno muy duro y demasiado largo, cuando ya debería haber flores en su lugar, todo estaba cubierto por una espesa capa de nieve que dificultaba hasta el caminar. La aldea no estaba preparada para tal largo invierno, la comida escaseó y la hambruna comenzó a mermar a los aldeanos.
La desesperación nubló la mente y pronto los rumores comenzaron. Al principio era sutiles susurros, pero pronto la gente habló a viva voz desgañitando sus gargantas. "Los hermanos tienen comida" decían unos, "Siempre cultivan y crían de más" decían otros. Cómo o quién empezó el asalto, no se sabe con certeza. Pero fue en una noche de tormenta.

Los relámpagos iluminaban un cielo completamente negro, sus destellos iluminaron la plaza con la claridad del día. Los truenos que los acompañaban, anunciaba que la tormenta aún lejana, se estaba acercando. Los ojos saltones por falta de carne en unos rostros casi cadavéricos eran definidos por las antorchas, dejando una siniestra imagen. Se agolparon en el centro de la aldea portando antorchas, horcas y palos. El odio y la indignación iba creciendo a la misma velocidad que el numero de congregados. Iniciaron el camino al interior del bosque, la certeza de que los hermanos escondían comida y la desesperación de obtenerla, anularon por completo en sentido común. Se comportaron como carroñeros.

Llegaron a la cabaña de los hermanos y la rodearon. Con gritos, alaridos e insultos, les ordenaron que saliesen y les entregasen la comida. Los cuatro salieron de la cabaña atemorizados y sin llegar a comprender qué estaba ocurriendo. Los aldeanos vociferaban y escupían exigiendo nuevamente la comida.
Los hermanos dijeron que no tenían, que apenas sobrevivían con lo que el bosque podía ofrecer. Pero no les creyeron, con la imagen puestas en sus hijos famélicos y mujeres agonizantes mientras sufrían una muerte lenta, miraron a los hermanos como únicos culpables de su desdicha y se lanzaron sobre ellos.

Les ataron las manos a la espalda y les obligaron a permanecer de rodillas. Primero cogieron al mayor, le golpearon con palos y quemaron su cuerpo con las antorchas. Al ver que el resto de hermanos seguían sin confesar, le desmembraron aún en vida. Los hermanos horrorizados y con lágrimas en los ojos, juraban hasta la saciedad que allí no había nada. Entonces, cogieron al segundo, le tiraron al suelo de espaldas y lo lapidaron lanzando piedra a piedra tomando su tiempo entre una y otra, solo pararon cuando el charco de sangre que bajo él había se ramificó sobre la tierra. Pero tampoco tuvieron respuesta y cogieron al tercero, que pusieron frente al menor y le degollaron, los hermanos se despedían con la mirada mientras la vida del tercero se iba apagando poco a poco. Los aldeanos estaban en trance, habían anulado toda humanidad de sus almas y cogieron al pequeño. Tras ponerle una soga en el cuello y arrastrarle por los alrededores, le colgaron de un árbol elevándolo lentamente. El último de los hermanos boqueaba y pataleaba desesperadamente, solo cuando parecía que iba a perder el conocimiento, le dejaban caer para repetir de nuevo el ahorcamiento, lo repitieron hasta cuatro veces más cuando, cansados de no tener resultados. Le dejaron morir.

Muertos los cuatro hermanos, comenzó el asalto. Asolaron todo, no quedó piedra por mover. Pero nada, ni en la cabaña, ni el cobertizo, granero o pozo, encontraron siquiera un grano de trigo. Intentaron buscar un almacén escondido cavando en la tierra con desesperación. "No hay comida, no hay nada" alguien gritó.
Los aldeanos volvieron en sí, miraron horrorizados los cuerpos de los hermanos, en ese instante fueron conscientes de lo que habían hecho. Un rayo cayó junto a ellos partiendo un árbol en dos.
Más movidos por el temor de una señal que por remordimiento, cogieron a los cuerpos y los arrojaron en el pozo, destruyéndolo y tapándolo para siempre.
Regresaron a la aldea acompañados por un silencio de ultratumba, tenían el alma tan vacía como sus manos. Nadie dijo nada de lo que hicieron, hasta que en la siguiente noche de tormenta ocurrió..."

(Continuará...)

jueves, 2 de mayo de 2013

El bosque maldito. Parte I (Terror)

La lluvia caía con fuerza, me alcanzó desprevenido. Estaba comenzando a anochecer y pensé que podría atravesar el bosque antes que la noche se cerrase por completo. La cortina de agua que caía con aplomo sobre mí, disminuyó mi visibilidad notablemente. Siquiera me di cuenta de que me desvié del sendero, solo cuando tropecé con un tronco cayendo de bruces y mirar a mi alrededor cuando me levanté, supe que me había perdido. Me asusté, estaba desorientado y el agua me caló hasta los huesos.
Vi una luz muy tenue, pero desapareció. Agudicé la vista escudriñando entre la oscuridad en el punto donde me pareció verla, volví a verla, estaba en movimiento y sus parpadeos eran provocados al ser tapada por los árboles. Corrí hacia su ubicación y cuando casi había llegado, suspiré aliviado. Era un candil que un anciano portaba. Quise exclamar para llamar su atención, pero el anciano me vio primero y tras soltar un alarido de terror, intentó huir. Sus torpes movimientos le hicieron caer y me apresuré para ayudarlo. Su rostro congestionado por el pánico se relajó en cuanto me miró. Aunque fuese un desconocido para él, pareció aliviado pese a la primera impresión que le provoqué.
Muy nervioso, me llevó a su cabaña tirando constantemente de mí. A pesar de la edad, caminó apresurado, me dio la impresión que estaba huyendo de algo. Instintivamente miré tras de mí, para intentar averiguar el motivo de su pavor, pero me ordenó secamente que no hiciese eso.

Una vez en su cabaña y tras trancar la puerta con un robusto madero, me invitó a calentarme con el fuego de la chimenea. Mientras me quitaba las botas mirando avergonzado mis calcetines empapados, el anciano avivó el fuego comenzando a murmurar. Pensé que se dirigía a mí, pero comprobé su concentración al mirar las llamas, el anciano hablaba para sí. "Qué viejo más raro" pensé para mí.
Saqué de mi mochila unos calcetines secos y me los puse mientras le agradecía su hospitalidad, le comenté que en cuanto amainase la tormenta, emprendería de nuevo mi camino pues tenía mucha prisa por llegar a mi destino y ya me había retrasado demasiado.
El anciano se irguió con todo el cuerpo tenso y me miró con temor en la mirada, aunque he de confesar que más temor tenía yo al verle así, ese anciano me daba escalofríos. Sin decir palabra, destapó el puchero que tenía en el fuego y me sirvió un cuenco de sopa humeante. Acepté con agrado, no solo porque mi cuerpo exigía algo caliente, también porque olía de maravilla y me abrió el apetito al instante.
Me dispuse a dar el primer sorbo mirando al anciano de reojo que miraba tras la ventana, parecía como si intentase encontrar algo entre la oscuridad que había tras los cristales, puede que sea sugestión, pero me pareció que se sintió aliviado al no ver nada ahí fuera. 
"El bosque está maldito. A nadie que en él se halle en una noche de tormenta como esta, se le ha vuelto a ver jamás"
Habló como si dictase una sentencia, dejé la segunda cucharada suspendida en el aire mirándole estupefacto y con la boca abierta esperando el alimento. Aunque era obvio que no fuese así, simulé que no le había escuchado. Estaba calado hasta los huesos, cansado y tenía bastante prisa. No me apetecía en absoluto tener que escuchar ahora, un cuento de viejas. Di varias cucharadas para hacer notar mi premura, aunque la sopa hirviendo me estaba quemando el esófago, pero ese anciano me estaba haciendo sentir incómodo por momentos.
Entonces recordé nuestro encuentro, el anciano estaba aterrorizado cuando le di alcance, era obvio que le había dado un susto de muerte y además, me trajo a su cabaña como si intentase huir de alguien... o algo.

El anciano pareció leerme el pensamiento, asintió levemente dispuesto a responder a una pregunta que solo mis ojos habían formulado. Fijó la vista en la lumbre y apretó los labios, parecía que intentaba encontrar las palabras adecuadas para poder explicarse.

"Ocurrió hace muchos años, no podría decir cuántos exactamente - murmuró - Cuando escuché esta historia por primera vez era un infante y mírame, ahora peino canas. A pesar de las numerosas bocas en las que esta leyenda ha sido contada, no ha cambiado ni un ápice y la advertencia está clara... el bosque está maldito"

Un rayo iluminó el exterior marcando a la perfección los contornos de lo árboles, el sonido que lo siguió me hizo pensar que hasta el cielo se había rasgado. Di un respingo y la cuchara cayó en el cuenco salpicando la sopa sobre mi pierna. Si el anciano pretendía asustarme, tendría que felicitarlo, lo había conseguido.
Froté con la servilleta el pantalón para intentar aliviar la quemazón que sentía en la pierna, le miré interrogante e incluso había olvidado mis prisas. Sentía curiosidad por conocer la historia que tanto aterraba a mi benefactor.

Después de servirme de nuevo, se sentó frente a mi y tras un entrecortado suspiro, el anciano comenzó a narrar con voz queda, la leyenda del bosque maldito...

(Continuará...)