martes, 2 de abril de 2013

La taza de té (Erótico)

Mi taller de pintura era idóneo para mi carácter, solitario y muy, muy reservado. Huía pavorosamente de la multitud. Aunque hacía bastante tiempo que superé mi agorafobia, sentía aún pavor al verme rodeada de mucha gente. Cuando esto ocurría, sentía que miles de miradas se clavaban en mí, que cientos de dedos me señalaban con desdén. Entonces, me dominaba la repulsa, el aire se volvía putrefacto, sentía asfixia y buscaba algún rincón pequeño y solitario para recuperar muy lentamente, la compostura.

El taller estaba en silencio, a excepción de la música de Mozart que amenizaba la clase. Deslicé con ligeros movimientos y al son de la música, el pincel que dejaba un elegante trazo rizado de hermosas filigranas azul cobalto. Fruncí el ceño mientras que, con un leve giro de muñeca, observaba ambos lados de la pequeña taza de té que estaba decorando. Me mordí ligeramente el labio inferior, un especie de manía que siempre he tenido cuando me invadía la duda sobre una actividad bien realizada.

Observé a mis alumnos de reojo, no eran muchos por suerte, solo ocho. Pintaban sus tazas en silencio y no me molestaban, sabía que aprovechaban mi taller para llenar los espacios vacíos de tiempo que la senectud les brindaban. Llegaban, pintaban, alguno que otro consultaba alguna duda sobre la combinación de colores o valoración del resultado final y después de dos horas, se marchaban con una escueta despedida. 
Giré la taza de nuevo y observé a uno de mis alumnos a través del asa de la taza, uno que era distinto a los demás. Destacaba entre los demás como una mosca en un plato de leche. Sonreí levemente al pensar en esta comparación, puesto que su cabello azabache, destacaba entre las cabezas canas del resto.

Nuestras miradas se cruzaron y la mantuvimos durante más tiempo del necesario. Él me sonreía, yo le sonreía y así cada día, era un pequeño juego de seducción que manteníamos. Semana tras semana, aprendimos a hablarnos con los ojos, pero sin llegar nunca a dar el paso de hablarnos. 
Estaba tan sumida en mis cavilaciones, que no me di cuenta que mantuve la mirada más tiempo del habitual y noté como sus ojos verdes me traspasaron hasta llegar al alma. Sentí un escalofrío que recorrió mi espalda para acumularse en un todo en la base de la nuca. Con una sonrisa insinuante me guiñó y sin llegar a creer lo que yo hacía, le devolví el gesto. Intenté continuar con mi tarea, pero fue imposible, me temblaba el pulso.

La clase llegó a su término, los alumnos recogieron los utensilios de trabajo en silencio y poco a poco a poco se fueron marchando hasta que solos quedamos él y yo. No me atreví siquiera a moverme, tampoco podía levantar la vista de la taza que aún mantenía en la mano. Sentí como me miraba fijamente y la sensación que provocaba en mí me agradaba a la vez que me asustaba. Escuché el arrastrar de su silla al levantarse, suspiré levemente, se había mezclado en mí una sensación de alivio y decepción al ver que se disponía a marchar.

Pero mi corazón se aceleró violentamente al ver que no se dirigía hacia la puerta. Fue hacia los ventanales y corrió las cortinas. Mi respiración se aceleró y mi cuerpo estaba petrificado. Aún mantenía la taza alzada y el pincel inmóvil casi rozando la superficie. No quise siquiera pestañear por miedo a romper este momento.
Él cerró la puerta despacio, el chasquido del cerrojo me provocó impaciencia. Aceleré la respiración marcando con mi pecho, el ritmo del deseo.

Vino a mí con paso decidido quedando tras de mí, me rodeó con sus brazos y deslizando libidamente sus labios desde mi hombro hasta la nuca. Un leve gemido de placer se escapó de mi interior. Sentía su respiración agitada sobre mí. Me besaba con ternura, saboreaba mi piel como un creyente degustando el maná. Un nuevo estremecimiento hizo que soltase la taza de té, cayó al suelo rompiéndose en dos. 

Me sentí expuesta a sus caprichos, condición que me excitaba aún más. Me vi sumida en tal estado de arrebato emocional, que me sentí completamente sumisa a sus deseos. Con firmeza y a la vez con suavidad, me giró dejándome frente a él. La luz de la lujuria que sus ojos desprendía, casi me cegó.
Comenzó a besar mi cuerpo con avidez mientras sus manos abrían paso entre mi ropa con férreas caricias. Yo le respondía con el mismo ímpetu, degustando el dulce sabor de su piel y embriagándome con su aroma de hombre. Agarré con fuerza sus tensos brazos, mientras jadeos de impaciencia le instaban a continuar.

Con un brusco gesto, despejó mi mesa de trabajo y como si una pluma fuese, me tumbó sobre ella. Me poseyó casi con desesperación, comprobando hasta qué punto deseaba este momento. Sus impetuosas embestidas, arrancaban de mi garganta gemidos inútilmente retenidos.
Enlacé mis piernas en su cintura, incitando que fuese a más, marcando el ritmo del arrebato. Mis ruegos y gestos le volvían más salvaje si cupiese. Se separó de mí un instante y volvió a girarme sobre mí misma. Apoyando sus manos sobre mis hombros, volvió a poseerme con impulsos casi animales y actuamos como si así fuésemos. Ambos perdimos la cabeza pues ésto era más que pasión, más que lujuria, era... instinto puro. 

Juntos, llegamos al cenit, descargamos todo cuanto teníamos retenido. Extasiados, apenas teníamos fuerzarspara movernos. Me incorporó con suavidad y comenzó a besarme y acariciarme con suavidad hasta suavizar nuestra agitada respiración.
El pudor regresó de repente a mí, me separé de él titubeante y recompuse mi vestimenta en silencio. No me atrevía a mirarle a los ojos. Me besó en la frente con ternura y tras coger una de las mitades de la taza de té, se marchó en silencio.

Me quedé mirando en silencio el aula vacía, acariciando con suavidad la mitad de la taza que quedó. Me sentía otra persona completamente distinta, me sentía renovada y valiente, ya no temía nada. Salí a la calle aletargada preguntándome si esto que me había ocurrido se volvería a repetir de nuevo... Deseaba que ocurriese una y mil veces. 

2 comentarios:

  1. Es ameno y suave. Pero la escena de la mesa me ha recordado la peli, aunque sin harina.
    Escribe otro, pero en diferente escenario.
    Ah! y un poquito más morboso.

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