sábado, 22 de octubre de 2011

Iris, la pequeña mariposa.


Iris era una mariposa inquieta, muy distinta a las demás. Cuando un pájaro sobrevolaba el jardín de rosas donde ella vivía, todas las demás se escondían entres las espinas de las hermosas flores, acurrucadas y temblorosas. Pero Iris no, ella se asomaba entre los pétalos maravillada por las fuertes alas del pájaro. "Si yo tuviese unas alas tan grandes y fuertes podría salir lejos de este jardín y conocer mundo", pensó.

Iris, pequeña mariposa,
muy curiosa, es verdad,
Sólo piensa en una cosa,
y es buscar la libertad.

Un día, Iris se despertó más temprano que de costumbre, el Sol aún no había salido pero el cielo estaba cubierto de nubes malvas, rosas y naranjas. El cielo era enorme, infinito no como su jardín, tenía un hermoso prado de hierba fresca y verde, rosales de múltiples colores, un hermoso manzano que la protegía del sol abrasador del verano y las gruesas gotas de la lluvia de otoño, no había nada más y ella quería ver mundo. Suspiró con tristeza.

¡Pobrecita la mariposa!
no te pongas a llorar,
recuerda preciosa,
que éste es tu hogar.

-¿Por qué lloras?- oyó que le preguntaban, Iris se giró ¡casi se cae de su flor del susto!, justo tras de sí, una joven golondrina la estaba observando. -¡No me comas por favor!- balbuceó. La golondrina sonrió y negó con la cabeza. -No te comeré, hace días que te observo desde el manzano y quería saber por qué estás siempre tan triste-. Iris suspiró de nuevo y le contó a la golondrina sus ansias de conocer mundo, de vivir aventuras.

Iris sola y triste estaba,
pero una amiga encontró,
a ella no se semejaba,
eso a Iris no le importó.

La golondrina sintió pena por la pequeña mariposa y le narró todo cuanto sabía del mundo y le describió los lugares que recorría cada vez que tenía que emigrar. Iris la escuchaba con ojos abiertos muy emocionada, entonces, la golondrina le explicó cómo era el mar. La pequeña mariposa notó cómo su corazón se aceleró, por las descripciones de su nueva amiga, el mar debía ser muy hermoso. Esa noche se durmió con una sonrisa y soñó que sobrevolaba aquellos lugares.

Duerme mariposa,
empieza a soñar,
disfruta preciosa,
soñando con el mar.

Todas las noches soñaba con el mar, hasta que un día, cansada de soñar. Decidió ir en su busca, de nada sirvió los consejos de las otras mariposas. Iris lo había decidido, quería viajar. Esperó que apareciesen los primeros rayos de Sol y emprendió su viaje, las rosas de su jardín la despedían mientras la brisa las agitaba, mientras se alejaba de su hogar escuchaba cómo mariposas, flores e insectos la despedían y le daban ánimos. 

Vuela vuela mariposa,
Vuela vuela sin cesar,
Vuela vuela primorosa,
Vuela vuela hacia el mar.

Muchos días pasaron desde su marcha, Iris pasó hambre y frío, también se sintió muy sola. Pero las ganas que tenía por conocer el mar le devolvían las fuerzas para continuar. Había empezado una cosa y la tenía que acabar. Voló por praderas, atravesó bosques, se adentró en cuevas... Nunca sintió miedo, cada cosa nueva que veía la emocionaba y le hacía saber que, cada vez estaba más cerca de su destino.

Valiente y decidida,
mariposa peculiar,
siempre convencida,
que hallará su lugar.

Un día, estaba descansando cuando escuchó un suave rumor. Curiosa, se puso en pie y voló hasta la copa de un enorme árbol. Lanzó un grito de exclamación y sorpresa. Frente a ella se encontraba el mar, era más hermoso y majestuoso de lo que podría haber imaginado. Se quedó sentada en la copa del árbol hasta que el sol se puso salpicando el mar con miles de lucecitas centelleantes. Se sintió muy orgullosa de su hazaña, quiso algo y lo logró. Abrió sus pequeñas alas y regresó hacia su jardín.

Iris la mariposa lo logró,
gran hazaña pudo acabar,
su aventura terminó
y feliz, regresa al hogar.

FIN.

Obra registrada. Código: 1111250598984