sábado, 17 de septiembre de 2011

Fénix


Las paredes que lindan mi existencia comienzan a rasgar la armadura de mi tesón, siento que se estrechan día a día. Cada vez soy más consciente que no tengo escapatoria y pronto sucumbiré ante el desidio de mi voluntad. Me sentía libre para volar y así lo hacía, así lo creía. Pero era una falsa libertad, pues desplegaba mis alas a mi antojo, sí, pero nunca me escapé de mi jaula de cristal. Me conformaba con revolotear en mi prisión y admirar el horizonte, sin llegar nunca a desear conocer su finito.
.
El aire se ha vuelto espeso, me cuesta respirar. Un hedor putrefacto impregna mi espacio vital. Todo lo que toco se desintegra con un macabro siseo, transformándose en cenizas y polvo.
Contemplo impotente la destrucción de mis anhelos, la desintegración de mi espíritu. Las cadenas que me aprisionan provocan llagas sangrantes y me obligan a sucumbir al cruel destino que me espera.
.
De mis ojos opacos supuran lágrimas de hiel que abrasan mis pupilas, la ceguedad se apodera de mí y me alivia, prefiero no observar por más tiempo lo que ocurre a mi alrededor. El verde y sosegado paisaje que antes contemplaba, se tornó en una ciénaga pestilente de lodo corrosivo que hacía arder mis ojos.
.
Repto entre barro y cenizas, notando que, a cada movimiento las pocas fuerzas que aún quedan en mí, se desvanecen como el último haz de luz del ocaso.
Extasiada, sucumbida y derrotada, me desplomo esperando el final, deseando que llegue, convencida que así, podré descansar al fin. Intento cerrar los ojos, pero siquiera me quedan fuerzas para ello. Me concentro en el sonido de mi corazón, su latido se va relantizando por momentos. Mi cuerpo se petrifica, mi corazón comienza a colapsarse por el herrumbre de la derrota, siento que el fin está cerca. Pronto sucumbiré a mi sino...
.
Mi mente, con voluntad propia, se revela. Abre la Caja de Pandora en el cual guardaba todos mis sueños. Los recuerdos bombardean mi mente, calentando mi interior. Muevo un dedo, un gesto casi imperceptible, pero lo muevo. Entonces, ocurre el milagro...
.
En el lugar más recóndito de mi alma, una exigua llama, comienza avivar mi razón. Todo mi ego, mi razón, mi ser... todo, comienza a calentarse poco a poco. La desidia ante la derrota había destruido todo de mí, excepto la esperanza reencarnada en esa llama que, poco a poco, va recuperando su fuerza vital. Avivando mi espíritu, recordando quién fui, quién soy aún.
.
Empieza la metamorfosis. Mi pétrea figura comienza a desentumecerse, a medida que voy adquiriendo movilidad, mi fortaleza va en aumento. Con cada movimiento voy renovando energía, va aunmentando la fuerza de mi interior. Con gestos lentos pero seguros, consigo ponerme en pie. Siento que flaqueo, pero la llama se agita vivaz y me sostengo con firmeza. Mi corazón sale de su letargo impregnando todo mi ser de vitalidad y seguridad. Lágrimas de ilusión brotan en mis ojos, los torna brillantes y vivaces, la salina de su néctar limpia la agonía, purifica mi interior. Comienzo a caminar.
.
Bajo mis pies nacen pequeños brotes verdes, florecen con rapidez expandiendose y devorando con furia el paisaje desolador. Siento que la llama de la esperanza es cada vez más fuerte, se desprende de mi alma elevándose hacia el cielo con una luz tan cegadora como el Sol. Su luz impregna el árido lugar, transformando cada rincón. El aire se vuelve puro, la luz invade más allá donde alcanza la vista, los muros que se alzaron se agrietan y caen con aplomo. Mi jaula de cristal estalla en mil pedazos.
.
Al fin soy libre de mis miedos, alzo los brazos hacia el cielo, dejo que la esperanza impregne en mí todo el valor perdido, siento que me fortalezco. Extiendo mis alas con energía renovada, ahora sí, siento que puedo hacerlo, debo hacerlo. Las agito con timidez, poco a poco, me desprendo de mis cadenas y vuelo, sí, vuelo vigorósamente hacia mi horizonte, hacia mi verdadero sino. Impulsada por esa fuerza inquebrantable que jamás me abandonó... Las ansias de libertad.
.
Sylvia Ellston.
Obra registrada. Código: 1111250598922
.