lunes, 5 de septiembre de 2011

El camino


Me siento aletargada, camino sin rumbo sobre un sendero yermo. Figuras grises, de formas etéreas y miradas opacas se cruzan ante mí, no me ven, eso me alivia y asusta a la vez. Inexplicablemente me siento sola, treméndamente sola.
¿Dónde estoy, cómo he llegado aquí?, aunque las preguntas las realizo desde el fondo de mi ser, resuena hasta en el más recóndito rincón de este lúgubre paraje alejándose a cada resueno del eco.
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El camino se ramifica, infinidad de sendas rocosas se hallan ante mí. Tomo una sin pensar, sé que ése es mi camino, lo sé. En cuanto inicio la ruta, una calma absoluta se apodera de mí. El temor, la duda... todo se ha desvanecido. Comienzo a comprender qué ocurre y eso me sosiega. Lo que ha de venir, vendrá.
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El sendero es estrecho, arduo camino del sino que me resulta familiar. Siento que ya estuve aquí, sé que recorrí no esta ruta, otra parecida pero unificada a las anteriores que ya realizé. Ignoro el número de veces que así lo hice, pero es un giro más al círculo de mi destino marcado. Sólo siento un pequeño pesar, pues compruebo que no es el último giro, aún falta para llegar al final del camino.
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La linde del camino está salpicado por pequeñas cavidades cubiertas de aguas cristalinas en un lado y turbias en otro. Con desasosiego, compruebo que casi se igualan en número. En esos pequeños charcos están reflejados los retazos de mi existencia mortal. Todas mis acciones, todos mis pensamientos y a los actos posteriores que conllevaron están representados ante mí, en la gran balanza del Karma que ante mi se halla.
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Una etapa de mí culminó, a medida que avanzo los recuerdos de la vida que abandono comienzan a disiparse. "Ya no soy una taza de té", evoqué este pensamiento, la conté infinidad de veces, era una forma sencilla de explicar a los infantes y nuevos creyentes sobre el estigma de la reencarnación:
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"Nuestro cuerpo es como una taza de té, cuando su tiempo en esta vida se extingue, se rompe. El té de su interior es nuestra alma. Al romperse la taza, el té se diluye en la tierra, es evaporada hasta los cielos convertida en lluvia, esta lluvia cae sobre los ríos. El agua de los ríos llega a las casas y se prepara té en tazas nuevas, en lugares distintos. Cuanto más solidifiquemos nuestro interior, enriquezcamos nuestra alma con sabiduria y bondad... Más esencia del té anterior, podrá ubicarse en la nueva taza y menos recorrido quedará para llegar al Nirvana".
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No, ya no soy una taza de té, soy el líquido desparramado, mezclado entre las aguas de la lluvia, esperando caer en una nueva taza. Miro con un ápice de tristeza los charcos que representan mi vida ya inexistente. Los recuerdos, las personas que conocí, los que me hicieron llorar, los que me hicieron reir... Pronto, muy pronto los olvidaré, es el sino. Pero me consuela saber, que, mientras alguien me recuerde, mientras alguien sepa que una vez existí, nunca me desvaneceré del todo, habitaré en sus corazones, susurraré en sus sueños....
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Continúo caminando, una densa bruma oculta el sendero, no veo mis pies. A medida que avanzo, la bruma sube poco a poco, sumergiéndome en ella a medida que avanzo. Puedo ver el final del camino, que no es otro que, el comienzo de uno nuevo. La luz, la inmensa luz que me transportará a mi nueva vida, con caminos ya marcados. "Todo lo que ha de pasar pasará, árduo es el camino de la vida y todo tiene un porqué y una razón. Sólo cuando llegamos a la meta entendemos el motivo, por eso debemos aceptar las cosas tal y como vienen pues así ha de ser".
Una calidez reconfortante me rodea cuando atravieso la luz, siento que mi mente, mis recuerdos, se deshacen en jirones, cierro los ojos mientras susurro con un ligero tono de ruego....
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"Ya no soy una taza, ya no soy una taza.... Quiero ser té, no quiero ser agua, quiero ser té".

Obra registrada. Código: 1111250598892