viernes, 3 de junio de 2011

Vacío.

Empiezo a sentir frío, la calidez de tu cuerpo comienza a desvanecerse de mi piel, hace unas horas estabas junto a mí. Tan unidos, tan felices que eramos un único ser. Si cierro los ojos un instante puedo verte con tal nitidez que me estremezco al perderme en la profundidad de tu mirada. Pero ya no estás, tuviste que marchar, ambos regresamos a nuestra amarga realidad.

Todos los sentimientos que salieron de mí como una explosión cuando te abrazé por vez primera, vuelven a mí acumulándose de nuevo en mi corazón, oprimiéndome, dormitando de nuevo. Creciendo día a día a fuerza de recordarte, de desearte, de extrañarte, de amarte...

Mis labios comienzan a secarse, se evaporó tu sabor. Acaricio mi comisura intentando rescatar tu último beso. Tan hermoso, tan apasionado como el primero. Con ese beso, sellamos así la promesa que.... pase lo que pase, lucharemos hasta el final para no tener más despedidas, para nunca más decir adiós. Ese beso fue la firma del compromiso de nuestro encuentro efímero.

Te veo partir, cada paso que avanzas hacia la lejanía es como un puñal incrustado en mi alma. Te llamo con la mente, deseo que te gires para verte por última vez. Pero, a la vez deseo que no lo hagas ya que no podría soportarlo, no podría dejarte partir. Siento como si me arrancasen parte de mi existencia, siento el desgarrar de una parte de mi alma.

Ya no puedo verte, estoy sóla con mi recuerdo. Me acurruco abrazando tu imagen en mi memoria, dejando que la oscuridad que apareció tras tu marcha me rodee, cierro los ojos y me dejo llevar por la melancolía. Comienza así mi letargo, ansiando tu regreso, esperando que ocupes tu lugar en mi vacío.

Sylvia Ellston.
Obra registrada. Código: 1111250598441