sábado, 28 de mayo de 2011

Locura.

Bajé del avión con una opresión en el pecho. Tanto tiempo planeando éste viaje, tanto tiempo soñando éste momento. Aún así, todavía tenía la sensación de que me estaba precipitando. Sabía que no hacía lo correcto, que actuaba mal. Pero también sabía que, si no lo hacía, el resto de mi vida lo pasaría preguntándome: ¿y si...?.

Fueron interminables noches luchando contra la razón. Podría ser un error, podría equivocarme, podría arrepentirme...
Pero la locura ganó el pulso. ¿No sería mejor arrepentirse de haber hecho algo?. Pensaba que era mejor que preguntarme el por qué no lo hice. No paraba de intentar convencerme de ello.

Mientras esperaba mi maleta, repasaba mentalmente las fotografías que tantas veces observé, soñando estar allí, imaginando cada momento. Sabía que era una locura, pero no había marcha atrás. Había llegado, ya estaba aquí.
Salí caminando hacia mi locura con la pesadez del remordimiento por el aeropuerto. El corazón me latía con fuerza, sentía que en cualquier momento abandonaría mi cuerpo. Una extraña sensación de valentía se apoderó de mí. Estaba a cientos de kilómetros de casa. La distancia es la mejor arma para el anonimato. Aún así, era una locura, pero era mi locura.
Cuando accedí al hall paré en seco, allí estabas, esperándome. No te hizo falta hablar, nos reconocimos al instante. Varios años de confidencias, de risas, de confesiones.... Y aún así nunca nos habíamos visto, nunca tuvimos una charla cara a cara, mirándonos a los ojos.

Allí estábamos, uno frente al otro. Unos desconocidos en materia física e íntima en pensamientos. Mis miedos y dudas se ocultaron tras la razón. Nada importaba en ese momento.
Todo cuanto nos rodeaba desapareció. Nos observamos en silencio sin atrevernos a romper ese momento tan esperado. Sonreíste con aire aliviado. Supuse que también tendrías tus reservas hacia mi llegada. Lo comprendí perfectamente. Intenté retroceder varias veces, supliqué a la cordura que me atara pies y manos para impedirme soñar, vivir un sueño, pero me fue imposible. La locura ganó la batalla.

Dejé caer mi maleta con descuido y corrí hacia tí. Tenía los ojos vidriosos a causa de la emoción. Era el momento, me lancé al vacío y tú me recogiste.
Nos fundimos en un eterno abrazo. Convirtiéndonos en un sólo ente. Sentirte al fin, tocarte, olerte...
Tantas noches soñando éste momento, al fin había despertado y desperté en tus brazos.
Acariciaste el contorno de mis labios, mis ojos, mi nariz... Como si quisieses verificar todo cuanto viste en fotografía, acariciando por vez primera mi imagen. Yo te imité. Con la extraña sensación de estar sintiendo un producto de mi imaginación. Pero eres real y yo estoy junto a tí.

Salimos del aeropuerto, repasando mentalmente nuestro acuerdo. Sería un encuentro carente de pasado, sin intenciones de futuro. Sólo tendríamos el presente. Éste momento, todo lo demás no importa ya.
Me siento pletórica, feliz, extasiada... Puede que esté mal, puede que me arrepienta.
Pero una cosa es segura. En éste momento, lo único importante para mí, es disfrutar de mi locura.

SYLVIA ELLSTON.
Obra registrada. Código: 1111250598274

La Dama Oscura.

La Dama Oscura que acechó tu camino, sin rostro. Grabó en tu alma su huella, con uñas afiladas que rasgó tu alma, dejando su marca para siempre como un hierro candente. Poco a poco fue ganando terreno al sentido común, poco a poco te arrastró hacia su trampa. Supo rellenar tu vacío, supo ofrecer lo que anhelabas.

Te envolvió con su manto oscuro, apartándote de todo. Te arrastró hacia el abismo con su mirada enigmática.

Te pidió la vida, ella te ofreció la suya. Con labios rebosantes de veneno, con caricias que anulaban tus pensamientos. La Dama Oscura te arrastró hacia su mundo, hacia tu infierno.

Fue un pequeño paraíso, creíste que al fin encontraste la felicidad. La Dama Oscura lo moldeó para ti, creó ese pequeño universo donde día tras día borraba tus recuerdos. Mientras tú radiabas vida, ella la absorbía con voracidad. Acabó con tu vitalidad, acabó con tu esencia.

Pero tu tiempo se acabó. La Dama Oscura consumió tu energía vital y se marchó, se alejó ondeada por el viento del sur. Rebosante de tu energía, saciada de tus esperanzas. Dejando atrás los desechos de lo que un día fuiste, los fragmentos de un corazón roto.

Lejos del cobijo de su manto, la luz iluminó el falso paraíso, que se mostraba tal y como siempre fue pero que no supiste ver. Perdido estabas, en tierra árida. Manos vacías y bienes entregados.

Levantaste la mirada hacia el cielo gris, observando la estela de La Dama Oscura. Le entregaste todo, le prometiste más. Y ahora se marchaba llevándose todo cuanto ofreciste y robando todo cuanto deseó.

Maldijiste ese encuentro gritando al cielo, quebrando tu voz. Golpeaste el suelo hasta teñir tus puños de grana. Te desplomaste casi sin sentido al sentirte vacío. Pero nadie pudo oírte, estabas sólo. Por vez primera supiste lo que era estar realmente sólo. Vagaste sin rumbo por el desierto de tu desesperación.

Te diste por vendido cayendo de rodillas. Levantaste la mirada, extendiste tus brazos. Estabas preparado para recibir tu castigo. Pero no llegó, no lo merecías. Nadie podría culparte por ser atrapado por La Dama Oscura.

Cerraste los ojos deslizando de tu mirada vacía, una lágrima que acarició tu rostro y siendo absorbida por la tierra yerma.

La luz atravesó las oscuras nubes, iluminando la huella de tu desesperación. Una rama brotó con vigor, desplegando sus hojas con timidez. Observaste la planta con asombro, la llamaste Esperanza.

La Esperanza creció, protegiéndote con su sombra, conquistando el desierto. De La Esperanza brotaron frutos que comiste con avidez, cada mordisco de sus frutos curaban tus heridas, borraban tus cicatrices, restauraban tu alma. Llamaste a sus frutos Amistad.

La Dama Oscura quiso regresar, rondó tu oasis intentándolo atravesar. Pero su manto oscuro se enredaba en las ramas de La Esperanza. El veneno de sus labios era anulado por el sabor dulce de Amistad.

Esperanza y Amistad te cobijaron, te protegieron del ataque de la Dama Oscura. Que implacable intentaba alcanzarte una y otra vez. Pero Esperanza y Amistad eran más fuertes, más puras.

La Dama Oscura se alejó con la brisa del sur ondeando su manto oscuro ahora raído y harapiento. Y tú, cobijado bajo la sombra de Esperanza y alimentado por Amistad. Mantuviste la mirada fija en el cielo. La viste desaparecer hasta que su estela desapareció para siempre.

Sylvia Ellston.
Obra registrada. Código: 1111250598267