martes, 25 de octubre de 2011

Letargo


XIX

Cierro los ojos y te siento a mi lado,
la brisa que me toca son tus manos,
el rumor de la tormenta, tus versos,
pero mi deseo se quedó colgado.

Abro los ojos y ya no estás,
me rodea el frío de la soledad,
el silencio me rodea con maldad,
crece el temor a no verte más.

Cierro los ojos y allí estoy contigo,
acurrucada en la cama a tu lado,
aferrada con tensón al ser amado,
eres y serás mi amante, mi amigo.

Abro los ojos, todo me recuerda a ti,
las calles por las que paseamos,
los rincones donde nos besamos,
no puedo evitar hacerme sufrir así.

Cierro los ojos, te hallo en sueños,
posees mi cuerpo con locura y fervor,
alejas y anulas en mí todo el temor,
del destino, somos únicos dueños.

Abro los ojos, lágrimas brotan de mí,
ante mí, aparece un espejismo,
hace desaparecer el abismo,
eres tú, estás aquí, vuelvo a ser feliz.


Obra registrada. Código: 1111250598991

sábado, 22 de octubre de 2011

Iris, la pequeña mariposa.


Iris era una mariposa inquieta, muy distinta a las demás. Cuando un pájaro sobrevolaba el jardín de rosas donde ella vivía, todas las demás se escondían entres las espinas de las hermosas flores, acurrucadas y temblorosas. Pero Iris no, ella se asomaba entre los pétalos maravillada por las fuertes alas del pájaro. "Si yo tuviese unas alas tan grandes y fuertes podría salir lejos de este jardín y conocer mundo", pensó.

Iris, pequeña mariposa,
muy curiosa, es verdad,
Sólo piensa en una cosa,
y es buscar la libertad.

Un día, Iris se despertó más temprano que de costumbre, el Sol aún no había salido pero el cielo estaba cubierto de nubes malvas, rosas y naranjas. El cielo era enorme, infinito no como su jardín, tenía un hermoso prado de hierba fresca y verde, rosales de múltiples colores, un hermoso manzano que la protegía del sol abrasador del verano y las gruesas gotas de la lluvia de otoño, no había nada más y ella quería ver mundo. Suspiró con tristeza.

¡Pobrecita la mariposa!
no te pongas a llorar,
recuerda preciosa,
que éste es tu hogar.

-¿Por qué lloras?- oyó que le preguntaban, Iris se giró ¡casi se cae de su flor del susto!, justo tras de sí, una joven golondrina la estaba observando. -¡No me comas por favor!- balbuceó. La golondrina sonrió y negó con la cabeza. -No te comeré, hace días que te observo desde el manzano y quería saber por qué estás siempre tan triste-. Iris suspiró de nuevo y le contó a la golondrina sus ansias de conocer mundo, de vivir aventuras.

Iris sola y triste estaba,
pero una amiga encontró,
a ella no se semejaba,
eso a Iris no le importó.

La golondrina sintió pena por la pequeña mariposa y le narró todo cuanto sabía del mundo y le describió los lugares que recorría cada vez que tenía que emigrar. Iris la escuchaba con ojos abiertos muy emocionada, entonces, la golondrina le explicó cómo era el mar. La pequeña mariposa notó cómo su corazón se aceleró, por las descripciones de su nueva amiga, el mar debía ser muy hermoso. Esa noche se durmió con una sonrisa y soñó que sobrevolaba aquellos lugares.

Duerme mariposa,
empieza a soñar,
disfruta preciosa,
soñando con el mar.

Todas las noches soñaba con el mar, hasta que un día, cansada de soñar. Decidió ir en su busca, de nada sirvió los consejos de las otras mariposas. Iris lo había decidido, quería viajar. Esperó que apareciesen los primeros rayos de Sol y emprendió su viaje, las rosas de su jardín la despedían mientras la brisa las agitaba, mientras se alejaba de su hogar escuchaba cómo mariposas, flores e insectos la despedían y le daban ánimos. 

Vuela vuela mariposa,
Vuela vuela sin cesar,
Vuela vuela primorosa,
Vuela vuela hacia el mar.

Muchos días pasaron desde su marcha, Iris pasó hambre y frío, también se sintió muy sola. Pero las ganas que tenía por conocer el mar le devolvían las fuerzas para continuar. Había empezado una cosa y la tenía que acabar. Voló por praderas, atravesó bosques, se adentró en cuevas... Nunca sintió miedo, cada cosa nueva que veía la emocionaba y le hacía saber que, cada vez estaba más cerca de su destino.

Valiente y decidida,
mariposa peculiar,
siempre convencida,
que hallará su lugar.

Un día, estaba descansando cuando escuchó un suave rumor. Curiosa, se puso en pie y voló hasta la copa de un enorme árbol. Lanzó un grito de exclamación y sorpresa. Frente a ella se encontraba el mar, era más hermoso y majestuoso de lo que podría haber imaginado. Se quedó sentada en la copa del árbol hasta que el sol se puso salpicando el mar con miles de lucecitas centelleantes. Se sintió muy orgullosa de su hazaña, quiso algo y lo logró. Abrió sus pequeñas alas y regresó hacia su jardín.

Iris la mariposa lo logró,
gran hazaña pudo acabar,
su aventura terminó
y feliz, regresa al hogar.

FIN.

Obra registrada. Código: 1111250598984


sábado, 1 de octubre de 2011

El encuentro (Anverso)

El lápiz se deslizó por mis labios provocándome cosquillas. Me miré con determinación, quería estar perfecta. Decidí bajar el tono de la sombra de ojos. Mientras me cepillaba el pelo con mucho cuidado de dejar perfecto el peinado que más me favorecía. Repasaba en voz alta las frases que te diría, corrigiéndolas una y otra vez. Mientras mi imaginación creaba nuevas y distintas situaciones. Había llegado el día, al fin podremos vernos cara a cara, podré verte, oírte, hablarte... sin los obstáculos de la distancia. Miré de reojo la hora, aún quedaba tiempo, demasiado. ¿Por qué parece que hoy discurre tan lentamente?.
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Suspiré resignada y salí del baño hacia mi dormitorio. Miré la ropa elegida extendida sobre la cama. Una mueca de desaprobación se dibujó en mi rostro. Ayer me pareció apropiada, sin embargo, ahora me parece insulsa. Ataqué mi ropero con furia, las prendas volaban sobre mi cabeza hasta hallar lo que buscaba. Un vestido sencillo, pero que marcaba mi silueta y además tenía un escote discreto pero insinuante. Sonreí satisfecha al mirarme en el espejo de cuerpo entero, me sentía guapa... atractiva.
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Mi amiga ya me esperaba, aunque me costó trabajo convencerla, finalmente decidió acompañarme. Soy tremendamente tímida y necesitaría ayuda para romper el hielo. A ti tampoco te importó cuando te lo propuse, seguramente eras tan tímido como yo, por eso accediste sin poner mucha resistencia.
Mi amiga y yo caminamos hacia el lugar de encuentro, yo hablaba atropelladamente, era evidente mi nerviosismo y mi amiga se burlaba de mí para animarme, gracias a las risas, me fui relajando poco a poco, aunque mi corazón había cogido un ritmo galopante que parecía no tener intención de aminorar.
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Llegamos a la plaza, miré asustada por las mesas de la terraza de la cafetería citada. De repente, me invadió el temor de no reconocerte, pero cuando nuestras miradas se cruzaron, sonreí tras un profundo suspiro de alivio. Me acerqué caminando con coquetería mientras luchaba por retener el temblor de mis piernas. Tras las presentaciones, me saludaste con dos besos en la mejilla, más bien tus mejillas rozaron levemente las mías. Me sentí cortada, en mis "ensayos" tu saludo era más efusivo.
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Tras una charla amena pero banal, en el que siquiera me miraste fijamente ni una sola vez excepto algunas miradas furtivas de reojo, decidimos pasear. Tenía muchas ganas de enseñarte mi ciudad de la que estoy muy orgullosa.
Nada estaba saliendo como esperaba, mirabas hacia donde señalaba y contestabas con gestos casi imperceptibles, en cambio, a nuestra compañera de tertulia no parabas de mirarla descaradamente mientras parecía que a mí me rehuías. De tus labios salían escuetas frases hacia mí.
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Me sentía una extraña a tu lado, la decepción se iba apoderando de mí, sentía que tenía un nudo en la garganta. Mi amiga se percató de ello y tras una excusa decidió marcharse, pero tú insistías en que se quedara, parecías tan decepcionado por su marcha como yo con tu actitud. Aún así, ella se marchó dejándonos al fin a solas. Puede que era lo que necesitábamos ambos para romper el hielo no, el iceberg que se había creado entre los dos. Tu distanciamiento creó un glacial en mi paraíso.
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Varias veces intenté comenzar una charla, pero tus respuestas eran secas y escuetas. Finalmente decidí caminar junto a tí en silencio, mirando al suelo e intentando buscar una respuesta a tu actitud. No eras quien conocí o creí conocer, puede que te idealizara, pero no, seguro que no era eso. Nuestras conversaciones pasadas dicen lo contrario. ¿Qué ocurre?¿qué te pasa?, pregunté, pero mis palabras no quisieron salir del  fondo de mi garganta donde se alojaron provocando un nudo que me costaba tragar.
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Algunas gotas cayeron del cielo tan sombrío como mi estado, a lo lejos un trueno, amenaza tormenta pero no sólo aquí, también en mi interior. Un segundo trueno te sacó de tu mutismo, me miraste, puede que sea la única vez que lo hiciste directamente. "Parece que va a llover, hasta luego" me dijiste fríamente, fue tal la sorpresa y decepción que me llevé que respondí a tus besos de protocolo... apenas un roce en cada mejilla.
Te metiste las manos en los bolsillos de tu cazadora y caminaste alejándote de mí con la cabeza gacha, una lágrima de decepción y rabia se deslizó por mi rostro pálido y colgó de mi barbilla.
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Te miré todo el tiempo mientras te alejabas de mí, te miré hasta que doblaste esa esquina sabiendo que no te volvería a ver, de eso estaba completamente convencida. Suspiré acongojada y caminé en dirección opuesta, mi mente era bombardeada por el recuerdo de los acontecimientos recientes. Estaba demasiado abrumada como para poder entender qué había ocurrido, sólo una cosa tenía claro, iba a encontrarme con un amigo, algo más que un amigo...  y sólo encontré un completo desconocido.
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Llegué a casa derrotada, eché a un lado el montón de ropa acumulada sobre mi cama y me recosté en posición fetal. Un trueno sonó en la lejanía. Toda la tensión, la decepción, la rabia, los sentimientos contradictorios... todo salió de mí explosionando un llanto desconsolado, mientras intentaba borrar tu recuerdo con mis lágrimas, un quebrado y desgarrador ¿Por qué? salió de mis labios aún sabiendo que no hallaría respuesta. Sé que esa pregunta me perseguirá por mucho, mucho tiempo... ¿Por qué, por qué...?
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Obra registrada. Código: 1111250598946